No eran pasión de multitudes. Ni siquiera eran deportes, eran sports , porque así los llamaba la comunidad británica que los comenzó a cultivar en el país. Tampoco se practicaban como profesión: eran amateur, según la preciosa palabra francesa. Y la pelota vasca era tal vez el más popular. A principios del siglo XX, el crisol de razas también estaba presente en los deportes. Los cronistas de la época nos hablan de una sociedad en la que el fair play era consustancial con un estilo que se fue perdiendo a medida que los aficionados se convirtieron en hinchas, los deportistas en profesionales y las competencias en campeonatos mundiales.

Es difícil precisar cuál fue el primer deporte que se practicó en el país. Algunos dicen que existen antecedentes del juego del pato en el siglo XVII, aunque como deporte sólo se organizó en 1941. Otros recuerdan que durante las invasiones inglesas los oficiales de Beresford jugaron un partido de cricket, que se siguió practicando en las décadas siguientes: el Buenos Aires Cricket Club es el club más antiguo, fundado con anterioridad a 1864, pero a falta de datos precisos se toma como fecha de constitución ese año, en que inauguró su field en la zona actual del Planetario. Allí se disputaron numerosos encuentros de cricket, rugby, tenis, hockey sobre césped, por lo que, en 1934, fue declarado la “cuna deportiva” del país. Allí también se jugó el primer match de fútbol, en 1867, organizado por el recién fundado Buenos Aires Football Club. No obstante, el primer torneo de la era amateur debió esperar hasta la fundación de la Argentine Association Football League, en 1893, cuyo nombre se castellanizaría por completo en 1934, con la fusión de dos entidades que dieron lugar a la AFA (Asociación del Fútbol Argentino).

Para el Centenario, un selecto grupo de deportes animó los festejos. Para fomentar el automovilismo (en 1910 Buenos Aires contaba con 2800 automóviles), el Automóvil Club (fundado en 1904) organizó el primer gran premio del país, que uniría Buenos Aires y Córdoba. Partieron siete coches y llegaron a la meta cuatro; el ganador empleó casi 31 horas.

El Aeroclub Argentino, fundado en 1908, celebró la Semana de la Aviación del Centenario con un concurso internacional, con los más calificados pilotos argentinos y extranjeros. Los récords fueron: altura máxima, 230 metros; distancia recorrida, 86 kilómetros, y velocidad máxima, 63 kilómetros por hora. Por su parte, el Club Argentino de Ajedrez, fundado en 1905, invitó al campeón del mundo, Emmanuel Lasker, a brindar una exhibición de partidas simultáneas en las que venció a los mejores jugadores argentinos.

Pero sería el torneo de fútbol entre Argentina, Chile y Uruguay, considerado el primer campeonato sudamericano, el evento que coronaría los festejos. En dos vibrantes partidos, la selección nacional, formada sobre la base del gran Alumni, se coronó campeón, derrotando a Chile 3 a 1 y a Uruguay 4 a 0.

El fútbol mostraba sus credenciales, al pasar de los pocos centenares de espectadores del torneo local a los 8000 hinchas que asistieron al partido con Uruguay, en la cancha de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, inaugurada en 1902. Por entonces, se jugaba a ganar, con una táctica 2-3-5 que hoy haría las delicias del hincha.

A partir del Centenario, el crecimiento del fútbol fue vertiginoso, destacándose el primer gran campeón de la era amateur (duró hasta 1930), que fue el Racing Club de Avellaneda, campeón de 1913 a 1921 (excepto 1920), por el que recibió su clásico título de “Academia”. Sin embargo, no todo eran festejos. Comenzaban a formarse los primeros grupos organizados de hinchas, el germen de las barras bravas. El primer incidente se produjo en 1908, en un Boca-Racing que ganaba la Academia 1 a 0 y nunca terminó: se suspendió faltando un minuto por las amenazas de los hinchas de Boca.

El primer superclásico entre Boca Juniors y River Plate, disputado en agosto de 1913, terminó con un enfrentamiento de las hinchadas. Pero el hecho más grave se produjo en el último partido del primer Campeonato Sudamericano, de 1916, disputado en el estadio de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. Debido a la sobreventa de entradas, 40.000 personas se acercaron a ver el partido en un estadio que, con suerte, podía albergar a la mitad. El encuentro fue suspendido debido a los desmanes producidos en las tribunas, que fueron incendiadas. Los años románticos de los sports amateur eran historia. 

Publicado en La Nación
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