Tucumán, 9 de julio de 1816. En una pequeña ciudad de seis mil habitantes 29 diputados fueron preguntados: “¿Si querían que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país”. Con estas sencillas palabras se proclamaba al mundo la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

El camino recorrido no había estado exento de dudas y el futuro era amenazante y plagado de peligros pero la Declaración simbolizaba la firme convicción de constituir la nación argentina.

El coraje

Buenos Aires, 5 de mayo de 1815. La Junta de Observación, que comparte el poder con el Director Supremo suplente Ignacio Álvarez Thomas, promulga el Estatuto Provisional en cuya sección tercera, artículo 30, se invita a todas las ciudades y villas a designar representantes para un Congreso Constituyente en la ciudad de Tucumán. A pesar de la letra del texto, sólo las ciudades envían representantes.

Concepción del Uruguay, 28 de junio de 1815: Artigas inaugura el Congreso de Oriente con representantes de la Banda Oriental, Misiones, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba. Por su influencia, las ciudades de estas provincias (excepto Córdoba) no envían diputados al Congreso de Tucumán. La guerra civil entre Buenos Aires y Artigas debilita el poder del futuro Congreso.

Cochabamba, 29 de noviembre de 1815. El ejército del Norte es derrotado en Sipe Sipe,  que se repliega hasta Tucumán. Muy maltrecho, el 7 de agosto de 1816 asume el mando Manuel Belgrano en reemplazo de Rondeau y lo acuartela en La Ciudadela.

Tucumán, 24 de marzo de 1816: se inician las sesiones del Congreso de Tucumán.

Republiquetas del Alto Perú, entre abril y diciembre de 1816: son derrotadas las republiquetas de Larecaja (Ildefonso de las Muñecas), de Tarija (Ramón Rojas), de Cinti (José Vicente Camargo), de La Laguna (Ascensio Padilla y Juana Azurduy), de Santa Cruz (Ignacio Warnes) y de Vallegrande (Antonio Álvarez de Arenales). Con su heroica resistencia demoran un año la invasión a Tucumán. Pero a fines de 1816, las tropas realistas tienen el camino franco con la única oposición de los gauchos de Güemes.

Banda Oriental, agosto de 1816. Tropas portuguesas invaden la provincia. El 4 de enero de 1817 cae Montevideo.

Tucumán, 17 de enero de 1817. Ante el peligro de invasión, el Congreso de Tucumán sesiona por última vez en esta ciudad y se traslada a Buenos Aires.

El Plumerillo, Mendoza, 19 de enero de 1817. San Martín inicia el cruce de los Andes con la columna principal de su ejército.

Salta, 15 de abril de 1817. Los realistas ocupan Salta aunque hostigados por Güemes la abandonan a los pocos días.

Repárese en la situación que enfrentaba el Congreso. En el norte un tercio del territorio estaba en manos del enemigo y Salta y Tucumán se encontraban a su merced. En el litoral, otro tercio del territorio estaba enfrentado a Buenos Aires bajo la tutela de Artigas y en paralelo se producía la invasión de la Banda Oriental por los portugueses. Como si la situación no fuera en extremo amenazante, el Director Pueyrredón concentraba temerariamente casi todos sus recursos en el Ejército de los Andes, que se aleja del teatro de operaciones en una misión audaz y prolongada. Contra viento y marea, la Declaración de Independencia fue un acto de coraje que Mitre inmortalizó con una sentencia precisa: “el Congreso se erguía sólo como un áncora en medio de la tempestad”.  

Los ideales

En el seno del Congreso de Tucumán se planteó un hondo debate sobre la forma de gobierno que debían adoptar las Provincias Unidas.

Tucumán, 6 de julio de 1816. En sesión secreta Belgrano informa que las ideas republicanas “ya no tenían predicamento en Europa” y propone una monarquía “temperada” de origen incaico. El 12 de julio la moción es apoyada por otros congresales. Desde Cuyo, San Martín no se opone. Con la creciente inclinación hacia el plan monárquico, el día 15 se produce la intervención de Fray Justo Santa María de Oro quien formula su famosa frase: “para proceder a declarar la forma de gobierno, es preciso consultar previamente a los pueblos”. El día 19, el diputado por Buenos Aires Pedro Medrano logra que se apruebe el requisito de una mayoría de dos tercios de los diputados para aprobar la forma de gobierno. Con esta decisión, y a pesar que en varias sesiones posteriores la mayoría se inclina por una monarquía temperada en general, dejándose de lado la espinosa cuestión del pretendiente inca, los siete diputados de Buenos Aires se aseguran el control de la votación. Uno de sus representantes, Tomás Manuel de Anchorena, el 6 de agosto se pronuncia en contra de la monarquía y a favor de la federación. De este modo, bloquean la idea monárquica a pesar que ningún diputado manifiesta expresamente su adhesión al republicanismo. En paralelo, la prensa porteña critica ácidamente los planes monárquicos. Trasladado el Congreso a Buenos Aires, el peso del republicanismo de los rioplatenses inclina la balanza y los proyectos monárquicos son olvidados.

¿Qué significa el republicanismo en los comienzos del siglo XIX?

Significa el rechazo de la monarquía y los títulos de nobleza, el reconocimiento de la igualdad y la soberanía del pueblo, la creencia en los tres poderes de gobierno, la defensa de la libertad individual y de expresión, el intento de organización nacional sobre principios constitucionales frente a la anarquía de los caudillos locales, la tolerancia religiosa y la libertad de comercio. En el caso del Río de la Plata, el republicanismo contenía en su seno la pasión por la cultura.

El republicanismo refleja el ideario vivo de Mariano Moreno, plasmado en los cinco artículos que publica en la Gaceta de Buenos Aires del 1 de noviembre al 6 de diciembre de 1810 “sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse y constitución del Estado”, que en conjunto constituyen la primera exposición de la doctrina republicana. En las escasas páginas de estos artículos escritos en el fragor revolucionario, con la urgencia de sentar doctrina para la praxis y no con miras a un tratado académico, auténticos manifiestos de lucha política, está contenida toda una filosofía política, que todavía es una diáfana guía para la vida argentina.

El Congreso ansiado por Moreno no llegó a reunirse. Pero unos pocos años más tarde, el Congreso de Tucumán reconocería el valor superior del republicanismo al adoptarlo en la Constitución de 1819. De los tres pilares de la Constitución Argentina, republicana, representativa y federal, el pilar de la República era el primero en afianzarse.

Publicado en La Prensa