La Argentina está asistiendo a un cambio de trayectoria histórica. Los analistas evalúan el resultado de las elecciones de medio término con una visión que no va más allá de 2023. En esta nota, propongo una interpretación más amplia, basada en las trayectorias históricas del país. En mi libro Las trayectorias argentinas (publicado en agosto del 2015) presentaba las cuatro grandes trayectorias de nuestra historia: liberalismo (1853-1916), nacionalismo (1916-1943), populismo (1943-1983) y democracia (1983 – ). Mi hipótesis era que estábamos en los albores de una quinta gran trayectoria: la trayectoria institucional.

¿Qué es una trayectoria histórica? De acuerdo con Ortega y Marías, la pretensión colectiva de un pueblo resume su proyecto de vida en común, a cuyo amparo se reconoce como parte indisoluble de una sociedad. Por su parte, las posibilidades históricas son el resultado de los recursos -potencialmente facilidades o dificultades- que se ofrecen en la circunstancia de una nación, pero sólo existen como tales en función de una pretensión colectiva determinada. Ortega utilizaba el ejemplo de un hombre que se encuentra frente a un río: si su pretensión es saciar su sed, el recurso-río será una facilidad, pero si es perseguido será una dificultad que se opone a su pretensión de escapar. Debido a que las posibilidades dependen de los recursos disponibles y de su articulación con pretensiones históricas alternativas a las que adscribirse, en una circunstancia determinada un pueblo puede tener ante sí distintas posibilidades. Cuando opta por una de estas posibilidades se inicia una trayectoria histórica.

Las trayectorias históricas son acumulativas, siendo las más antiguas las que permanecen en el subsuelo social, sin que ello implique su desaparición. En el devenir de una nación, las trayectorias primigenias son recubiertas por otras que las reemplazan a la luz de una novel pretensión colectiva. De este modo, se suceden una a otras pero las anteriores permanecen latentes, como una reserva de energía histórica preparada para emerger y aportar las experiencias colectivas acumuladas en épocas anteriores.

¿Cómo se suceden las trayectorias de una nación? Por la pérdida del poder de una hegemonía política a manos de nuevas coaliciones, que reemplazan a la pretensión colectiva anterior con renovados valores e ideales.

¿Qué características tiene la trayectoria institucional que está naciendo? En teoría política el concepto de path dependence es el resultado de un proceso histórico que depende de las experiencias acumuladas previamente. Por tanto, las decisiones a tomar en el presente están condicionadas por las adoptadas en el pasado y el logro de un objetivo futuro depende de todo el curso anterior de acontecimientos.

En este sentido, la nueva trayectoria argentina no puede consistir en una combinación más o menos armoniosa de las cuatro trayectorias previas. Los problemas argentinos no son factibles de ser resueltos tomando un poco de cada trayectoria. Pues bien, el conjunto de valores y principios de la trayectoria liberal constituyen la forma de path dependence argentina. Son el eje de nuestro desarrollo como pueblo independiente y el faro que guiará nuestro futuro. La Argentina se constituyó como nación bajo los auspicios de la Constitución de 1853, republicana, representativa y federal. En su Preámbulo y en su declaración de derechos y garantías el hálito del liberalismo decimonónico, protector de la libertad individual, basado en tres poderes independientes, impulsor de la libertad económica y de la iniciativa creadora de los particulares, fundó la República Argentina y la lanzó a un extraordinario proceso de transformación que dejó atrás el quietismo colonial para dar paso a una nación pujante, progresista y con el ideal democrático como máxima aspiración de su pueblo, formado por la criba social de criollos y extranjeros. Vista desde una perspectiva estructural y fundante, la trayectoria liberal es la cuna de la Argentina moderna y de sus logros más resonantes.

A esta altura del siglo XXI nadie osaría discutir las funciones reguladoras del Estado o la promoción de la equidad social. Pero una cosa es que se las incorpore al acervo del liberalismo democrático, y otra muy distinta es que se abandone el cauce de la democracia liberal para internarse en experimentos híbridos como los que fatídicamente sufrimos desde hace décadas. Por eso, cabe una pregunta: ¿es posible afirmar que sin el resurgimiento de un liberalismo moderno la Argentina no tiene un futuro promisorio? La respuesta es clara: no lo tiene.

¿Existen fundamentos para postular una quinta trayectoria histórica? Para mí, están dadas las condiciones para una trayectoria posible que se entrelace con las trayectorias anteriores. Una trayectoria institucional conservará la vigencia de los principios que establece la Constitución de 1994 para elegir los representantes del pueblo pero deberá avanzar en lograr la instauración plena de sus principios republicanos y en un fuerte afianzamiento de la instituciones. Sin embargo, con esto no alcanza para fundar una nueva trayectoria. Hace falta, además, que se consoliden una serie de consensos básicos con el apoyo de toda la sociedad. Una nueva trayectoria institucional deberá sustentarse en consensos básicos. Ha llegado la hora de los consensos, económicos, en salud, en educación, en relaciones exteriores, en la búsqueda de la equidad y en políticas de seguridad. Sólo la materialización de un inédito consenso mayoritario entre las fuerzas políticas tendrá la potencia suficiente para escapar del estancamiento de décadas y afianzar una trayectoria institucional que nos devuelva la esperanza, el progreso y la equidad.

Por el lado de los recursos, la Argentina mantiene intacto todo su potencial y el talento y la capacidad de esfuerzo de su población. Compensa estos elementos positivos la presencia de un Estado hipertrofiado en gastos y minusválido en servicios, hiperactivo en regulaciones, pero ausente de su función de crear ámbitos propicios para el desarrollo y la equidad, de un Estado cooptado por la corrupción y que es un pesado lastre para la sociedad civil. No obstante, la clave radica en reconocer que está madura una nueva pretensión colectiva superadora de la grieta incrustada en la trayectoria democrática.

Finalmente, la trayectoria institucional exige un mensaje enérgico, con un contenido trascendente de cara al futuro. La Argentina comenzó su retroceso cuando dejó de creer en que su futuro sería mejor que su presente, en el instante en que perdió la ilusión y la esperanza en un porvenir de grandeza. Al igual que en otros momentos clave de nuestra historia, esta nueva trayectoria no estará exenta de extensos períodos de incertidumbre: el camino hacia un país renovado y fortalecido en sus valores fundacionales producirá agudos dolores de parto. Por fortuna, la convicción de estar asistiendo al nacimiento de una época de regreso a las fuentes que construyeron la grandeza argentina es firme y esperanzada. Se trata de mantener el rumbo con perseverancia. En una navegación exitosa no se llega a buen puerto sin tomar en cuenta de dónde soplan los vientos, pero mucho más importante es que la tripulación sepa adónde quiere llegar. Una verdadera revolución en democracia está en marcha, impulsada por el pueblo argentino.

En la Argentina, la diferencia entre la vieja y la nueva política es evidente. La eminente responsabilidad de una renovada y amplia coalición sociopolítica es aplicar un sabio consejo de Ortega: “Una política que no contiene un proyecto de grandes realizaciones históricas queda reducida a la cuestión formal de gobernar en el sentido menor del vocablo”.

Publicado en La Nación
https://www.lanacion.com.ar/opinion/se-consolida-una-nueva-trayectoria-historica-nid15112021/