Escribe Aristóteles: “el primer deber del hombre de Estado es conocer la constitución que se adapta mejor a todas las ciudades, porque la mayoría de los escritores políticos, aún dando pruebas de un gran talento, se han equivocado en puntos muy capitales y fallan en su aplicación. No sólo, en efecto, se debe considerar el mejor gobierno, sino también el posible” (Política, libro VI, 1288b, 5).

Tras una exitosa gestión en el club Boca Juniors, Mauricio Macri inició su participación política como candidato a Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires en el año 2003, cuando fue ajustadamente derrotado en la segunda vuelta por Aníbal Ibarra. Para analizar su visión política, es pertinente observar un rápido resumen de su carrera. Fundó el PRO y en el 2007 fue elegido Jefe de Gobierno de los porteños En las elecciones parlamentarias de 2009 formó Unión PRO, cuyo candidato, Francisco de Narváez, derrotó a Néstor Kirchner, Scioli y Massa. En el año 2011, recibió presiones para ser candidato a presidente, pero lo desechó por prematuro y fue reelegido en la ciudad de Buenos Aires. En octubre de 2013, luego de la victoria del PRO en las elecciones legislativas porteñas, anunció que sería candidato a presidente. En ese momento, ningún analista y muy pocos ciudadanos creían que Macri tenía chances serias de llegar a la presidencia.

A mediados de 2014, las encuestas lo ubicaban tercero, bastante por debajo de Scioli y Massa. A fines de ese año, seguía en el tercer lugar pero se había acercado a pocos puntos de Massa y quedaba claro que la competencia sería entre tres candidatos. La estrategia de campaña de Macri se basaba en contactos directos con los votantes, privilegiar la gestión, no sumarse a la confrontación que le planteaba el kirchnerismo y hablar siempre de un futuro positivo. Los sabihondos del marketing político lo criticaban porque con ese mensaje “light” y sin presencia territorial, el PRO seguiría siendo un partido de la Capital Federal y no podría penetrar en el conurbano bonaerense o en las provincias del norte, donde la red clientelista del kirchnerismo funcionaba aceitada por fondos millonarios.

En marzo de 2015, su paciente labor con el radicalismo le entregó una gran victoria política: en la Convención de Gualeguaychú los radicales aceptan ir a una PASO conjunta con Macri y Carrió, con Sanz como candidato. Nace Cambiemos. El gran derrotado es Massa, que a partir de esa fecha desciende al tercer lugar de las encuestas pero alejado de Scioli y Macri. Hasta agosto los analistas políticos, la prensa en general y buena parte de la oposición ciudadana al kirchnerismo se dedicarán a presionar a Macri para que incluya al Frente Renovador de Massa en las PASO de Cambiemos. El argumento principal era que sin una pata peronista no se podían ganar las elecciones presidenciales. Macri se niega alegando que no es creíble prometer un cambio con políticos que han sido funcionarios del kirchnerismo y continúa con su intensa campaña de visitas a domicilios y ciudades de todo el país. Para enfrentar a los candidatos del FPV y de Massa para la gobernación de la provincia de Buenos Aires designa sorpresivamente a María Eugenia Vidal.

En las PASO de agosto, el FPV obtiene el 36,5% frente al 31,3 de Cambiemos y el 21,4% del Frente Renovador. Vidal resulta triunfadora con el 30% de los votos por la división del FPV entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez, que sumados obtienen el 40,2%. Nuevamente los críticos apuntan a que Macri por sí mismo sólo obtuvo el 25% de los votos y que se torna imperativo un acuerdo político con Massa, en especial por su presencia en el gran Buenos Aires. Macri vuelve a negarse.

A la vista de las elecciones de octubre, una amplia mayoría de periodistas e intelectuales de distintas procedencias se concentran en criticar la insuficiencia de las propuestas y la falta de definiciones ideológicas de los candidatos. Macri les contesta con una propuesta basada en tres pilares: pobreza cero, combate al narcotráfico y unión nacional. Pero también anuncia que levantará el cepo cambiario, subirá el mínimo no imponible en ganancias, eliminará las retenciones al campo, buscará un arreglo rápido para el default de la deuda externa, hará el traspaso de la Policía Federal a la ciudad de Buenos Aires y mantendrá los planes sociales. También anuncia el Plan Belgrano, con inversiones multimillonarias en las provincias del norte. Todas estas promesas electorales se están cumpliendo.

Contra la mayoría de las encuestas, en las elecciones del 25 de octubre Scioli obtiene un apretado triunfo con el 37,1%, Macri el 34,1% y Massa el 21,4%. Pero el gran batacazo se produce en la provincia de Buenos Aires donde Vidal derrota a Fernández. En la campaña por la segunda vuelta presidencial, el kirchnerismo se lanza a una masiva campaña negativa para asustar al electorado. Macri se mantiene en su estrategia de no confrontar y el 22 de noviembre es elegido Presidente de la Nación Argentina. En apenas una carrera política de doce años ha llegado a la máxima magistratura.

Habiendo desmentido con hechos un sinnúmero de opiniones contrarias, ¿es correcto hablar de un milagro político? ¿o es preferible pensar en el triunfo de una firme convicción sobre una demanda de cambio de la sociedad que nadie entrevió mejor que Macri? Sus primeros tres meses de gobierno decididamente confirman su visión política y, en especial, su capacidad para tomar decisiones difíciles.

Muy pocos economistas creían que se podía levantar el cepo de golpe: Macri tomó una decisión arriesgada y salió airoso. Se decía previamente que el arreglo con los holdouts llevaría muchos meses y en apenas dos meses ya estaba encaminado el acuerdo. Se hablaba de una paciente reinserción internacional y nos han visitado el premier italiano Matteo Renzi, el primer ministro francés Francois Hollande, Macri visitó al Papa Francisco y en unos días arribará al país Barak Obama. Tampoco titubeó en criticar la violación de derechos humanos en Venezuela.

Macri enfrentó con valentía los subsidios a las tarifas eléctricas, que otros candidatos no se animaban a plantear. Paradójicamente, Macri tiene el apoyo de la opinión pública y son los empresarios casi a coro quienes lo critican y, entre otras cosas, dicen que la inflación y el déficit fiscal no están siendo atacados. Sin embargo, es probable que en los próximos meses se le termine dando la razón a esta estrategia monetaria gradualista, que evita hacer ajustes intolerables para la sociedad. En pocas semanas, se están cubriendo las dos vacantes en la Corte Suprema de Justicia, se anunció un protocolo de seguridad, se propone crear un fuero especial judicial para la lucha contra el narcotráfico, se suspendió el Código Procesal Penal para mejorarlo, las clases comenzaron en fecha en casi todo el país, incluyendo la siempre conflictiva provincia de Buenos Aires, se autorizó el derribo de aviones que no se identifiquen, se dejó caer el pacto con Irán. Estas medidas deberían tener su corolario con un decidido combate a la corrupción, con medidas ya anunciadas como la introducción de la figura del arrepentido y la extensión de dominio y una actitud proactiva del gobierno presentando denuncias en los tribunales al tomar conocimiento de casos de corrupción.

Una frase de Winston Churchill define al estadista: “un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Sería prematuro otorgar esta calidad superior de político a Macri pero en el panorama de la política argentina es una de las pocas figuras que por las decisiones tomadas desde el año 2003 y por su inicio en el gobierno, tiene el potencial para serlo.

Publicado en La Prensa