En la vida de los pueblos hay épocas de vientos propicios, en las cuales las ideas rectoras para la prosperidad ya están establecidas y el factor más importante es la perseverancia en ellas. Es el caso de la generación del 80, que fue en lo esencial una generación gestora. En cambio, en épocas de fuerte adversidad y desorientación, el factor decisivo es la claridad del pensamiento para desentrañar la realidad histórica y esto depende de modo directo de la lucidez de los líderes de la generación. Entre nosotros, este papel sobresaliente fue cumplido por la generación del 37, que merece ser calificada como una generación ideadora.

No siempre una generación está a la altura del desafío como lo estuvieron Mitre, Alberdi y Sarmiento, de la generación del 37. El golpe de 1930, con todo lo que siguió, representó un desvío del camino iniciado por los hombres del 37 y del 80, camino que ya no sería retomado en el siglo XX.

Igual que en España la célebre generación del 98 nació a la conciencia histórica como una respuesta a más de un siglo de decadencia, coronado por la pérdida de las últimas posesiones de ultramar a manos de los norteamericanos, en la Argentina el desastre de 2002 tendrá que ser el punto de partida para el surgimiento de una generación de argentinos dispuestos a cambiar la historia. Pero para ellos la tarea será doble porque el tiempo apremia: deberán ser capaces de pensar las ideas que necesita nuestro país con urgencia y a la par tener la habilidad política de llevarlas a la práctica. La generación del 2002 está obligada a aunar el genio ideador de la generación del 37 con la capacidad de acción de la del 80.

Hijos de la democracia

Esta generación abarca en términos generales a los ciudadanos nacidos entre 1955 y 1970. A la fecha, los miembros mayores tienen cuarenta y siete años, y los menores treinta y dos. Pero excepto por su participación en sectores políticos juveniles o universitarios, nacen a la vida pública con el retorno a la democracia. Una persona nacida en 1955 tenía veinte años en el último año del gobierno de Isabel Perón, mientras que los que nacieron en 1970 sólo han conocido la etapa inaugurada por Raúl Alfonsín.

Son hijos de la democracia. Reniegan de la violencia en todas sus formas. Aceptan con naturalidad la revolución tecnológica que se asoma al siglo XXI y creen en la pluralidad y la diversidad de las personas. Tienen opinión propia sobre las naciones que progresan en el mundo, porque no repiten eslóganes anticuados. Quieren retomar el camino de duro trabajo que les legaron sus mayores, cuando la patria atraía a hombres de todas partes del mundo. El respeto a la Constitución y la ley inspira sus actos, y su apoyo a una Justicia independiente es incondicional. Rechazan los métodos políticos de sus mayores, la demagogia y el clientelismo. Pero su sentido de la solidaridad es profundo. Saben que el destino del país se juega por la vía democrática y están dispuestos a participar aun a costa de sus intereses particulares y de su comodidad y tranquilidad. No consienten ser manipulados y por eso reconocen que la preparación intelectual es decisiva para la etapa que viene. Hacen de sus vidas un lema por completo opuesto al imperante en las décadas pasadas: la única verdad es la verdad. Por sobre todo, se sienten orgullosos de ser argentinos.

Nombres y apellidos

Limitándonos a la vida política, claramente no integran esta generación los nacidos entre 1940 y 1954: Eduardo Duhalde (1941), Carlos Reutemann (1942), Rodolfo Terragno (1943), Leopoldo Moreau (1946), Domingo Cavallo (1946), Adolfo Rodríguez Saá (1947), Carlos “Chacho” Alvarez (1948), Luis Zamora (1948), José Manuel de la Sota (1949), Felipe Solá (1950), Néstor Kirchner (1950), Ricardo López Murphy (1951), Ramón Puerta (1952). En esta generación y en la anterior (Carlos Menem, nacido en 1931) se ubica la mayoría de los actuales candidatos presidenciales. Inevitablemente estamos ante un período de transición. Los políticos actualmente conocidos de la generación del 2002 son Elisa Carrió (1956), Patricia Bullrich (1956), Daniel Scioli (1957), Mauricio Macri (1958), Aníbal Ibarra (1958), Gustavo Beliz (1962). Por afinidad se agregan Juan Pablo Cafiero (1953) y una figura inesperada e indefinida como Nito Artaza (1960). El listado es limitado, pero con el correr de los meses nuevas figuras, de todos los signos, cobrarán relieve en el chato paisaje de la política actual. Esta generación todavía no está preparada para llegar al poder. Su hora llegará en las elecciones de 2007, pero ello sólo será realidad si en los próximos cuatro años se concentra en generar un programa de vida política, social y cultural renovador de los esquemas actualmente perimidos. Es tiempo de ideas, sazón de praxis futura.

Publicado en La Nación
https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-generacion-del-2002-nid489037/