
Una interpretación de la historia argentina que permita dar razón de la crisis actual, y sea capaz de relacionarla con el conjunto de nuestro pasado, debe propender a la búsqueda de las líneas maestras que guían nuestra vida. Conforme a esta perspectiva, los dramáticos vaivenes de nuestra historia encuentran su sentido pleno cuando es interpretada como la alternancia de períodos en los que predomina la visión hacia adentro (períodos autistas) o aquellos en que se impone el esfuerzo de acoplarse a las tendencias vigentes en la comunidad internacional (períodos de inserción en el mundo).
En los períodos de autismo, la vida argentina se reconcentra sobre sí misma y genera luchas estériles, acompañadas de prolongados períodos de estancamiento. Y ello es así porque el autismo es la enfermedad del espíritu que impide la conexión con la realidad. La sociedad, como la persona, pierde contacto con su circunstancia histórica. O lo que es peor, directamente se pone en contra de las corrientes de vanguardia que garantizan su realización.
En los períodos de inserción en el mundo, en cambio, los argentinos nos abrimos a las concepciones que impulsan el progreso en otras regiones del planeta, las asimilamos a nuestra realidad nacional, y de esa fecunda simbiosis nacen años de bienestar y de confianza en nuestro futuro.
Períodos de autismo e inserción en el mundo
El autismo fundacional (1810-1853): en este largo período de autismo, que habitualmente sigue a las luchas por la Independencia, se consolida el aprendizaje del autogobierno. Caída del orden colonial, anarquía, guerras civiles, dictadura y organización nacional, constituyen una secuencia de hechos que son consustanciales a las épocas revolucionarias.
Autismo e institucionalización (1853-1880): en este período se establecen las reglas de concordia y de derecho que permitirán superar la mirada hacia adentro. Visto en perspectiva, quizás pudo abreviarse, pero en su favor debe recordarse que en el mundo recién se ponían a punto las fuerzas que producirían una era de prodigiosa modernización. En 1880, la Argentina estaba preparada política y mentalmente para participar del próximo período y ello puede calificarse de logro sobresaliente.
Primer período de inserción en el mundo (1880-1916): la República. El crecimiento económico, poblacional y de la educación popular es asombroso y se origina en la plena inserción en la primera era de globalización internacional. Al final del período, con la ley Sáenz Peña, la política se dispone a acompañar la formidable expansión del país con las prácticas habituales en los países líderes.
Segundo período de inserción en el mundo 1916-1930: la democratización. En medio de turbulencias políticas que no conspiran contra el esquema de inserción vigente, se inicia el aprendizaje de la convivencia democrática, surge la clase media urbana y se vigoriza el desarrollo de la cultura argentina.
El autismo inducido 1930-1945: inesperadamente, dos acontecimientos extraordinarios obligan a repensar el modelo de inserción en el mundo. La crisis económica de 1929, que desarticula el comercio exterior argentino, y el auge del fascismo en Europa, que facilita una respuesta escapista a los problemas de maduración de nuestra democracia, quiebran 50 años de adhesión a los principios rectores en Occidente. Ante el desafío, la Argentina vacila y no encuentra respuestas propias. Esta vez, la visión hacia fuera equivoca el modelo a seguir y produce efectos nefastos.
El autismo estatista 1945-1983: la consecuencia del período anterior es la aparición de una clase de autismo populista y estatista basado en las riquezas acumuladas, que determina la pérdida definitiva del marco de inserción en el mundo a expensas de una idea distorsionada de justicia social. El peronismo produce un profundo fenómeno de confusión ideológica, del cual no escapan sus antagonistas civiles y militares. A contramano de las repuestas democráticas y capitalistas de Occidente para superar las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina desperdicia su enorme potencial y apenas participa de la prosperidad de posguerra, el período de mayor progreso material y humano de la historia. La inserción en el mundo que fracasó 1983 -2002: con el retorno de la democracia, la sociedad argentina parece dispuesta a ponerse al día con las mejores tendencias internacionales. Se recuperan las instituciones constitucionales, se afianza la defensa de los derechos humanos, y se intenta tímidamente modificar las recetas económicas inflacionarias (Plan Austral, primeras propuestas de privatizaciones). Bajo esta perspectiva, la caída de Alfonsín puede ser analizada como una dura etapa del aprendizaje del nuevo modelo de inserción en el mundo (globalización). La presidencia de Menem continúa con el retorno de la visión hacia fuera, y ataca con mayor decisión las causas de nuestras crisis crónicas. Sin embargo, al igual que Alfonsín ha fracasado por la terquedad y limitaciones de su pensamiento socioeconómico, Menem olvida los principios democráticos que dice seguir y se embarca en una lucha reeleccionista, típicamente autista, que sacrifica el futuro de los argentinos en aras de su interés personal. De este modo, Alfonsín y Menem, no por nada unidos en el Pacto de Olivos, son los máximos artífices de arruinar nuestras posibilidades de bienestar. Dos “grandes” políticos que, paradójicamente, destruyen la fe de los argentinos en la política. Por su parte, De la Rúa y Duhalde son figuras de segundo orden que rematan esta verdadera obra maestra de la decadencia autista. Mientras que en 1880 se inició un período de esplendor y de afirmación nacional de la mano de Alberdi, Mitre, Sarmiento, Roca, Alem y Pellegrini, a partir de 1983 no hemos tenido la fortuna de contar con estadistas de talla comparable.
El aprendizaje de la sociedad civil
Nunca en la vida de los pueblos está todo perdido. Forzada por la irresponsabilidad infinita de la clase política, la sociedad civil está haciendo un apresurado aprendizaje de sus derechos y de sus responsabilidades. Golpeados por una devaluación descontrolada, en el corazón de los argentinos crece el antídoto contra las recetas autistas. Estamos aprendiendo de cara al siglo XXI que únicamente sobre la tierra firme de una generosa inserción en el mundo tendremos la oportunidad de ofrecerles una patria mejor a nuestros hijos. Si somos fieles a esta visión, no tardarán en aparecer quienes derroten a la vieja política y nos representen haciendo honor a las singulares cualidades de la argentinidad.
Publicado en La Prensa