En 1816, tropas portuguesas invadieron la Banda Oriental (actual Uruguay) y tras la derrota de Artigas en 1820 la ocuparon por completo. En febrero de 1825, es anexada al imperio, ahora brasileño, con el nombre de Provincia Cisplatina. A nueve años de la invasión, la suerte parece echada.

Sin embargo, una gesta histórica con ribetes de epopeya estaba por comenzar. Desde Buenos Aires, en abril de 1825 un puñado de orientales al mando de Lavalleja (los treinta y tres orientales) desembarcan en la Agraciada.

En menos de dos meses controlan toda la campaña y en el pueblo de la Florida declaran la Independencia de Brasil y la incorporación a las Provincias Unidas. Confiando en su enorme superioridad, Brasil declara la guerra el 10 de diciembre. Lo que no permitieron las disputas de Artigas y Buenos Aires en 1816, será realidad diez años después: las Provincias Unidas pelearán codo a codo frente al enemigo brasileño. En seis meses se organiza el ejército nacional desde la nada (la nación como tal no existe y unitarios y federales se encuentran en plena guerra civil) al que contribuye de modo fundamental Buenos Aires.

El General Carlos María de Alvear es nombrado Comandante General del ejército, entre cuyos oficiales revistan los militares más brillantes de las Provincias Unidas. A fines de 1826, el ejército concentrado en Arroyo Grande se pone en marcha. Conocedor de la insuficiencia de sus medios, el plan de Alvear es de corte napoleónico:
desarrollar una rápida ofensiva y batir a los imperiales por separado antes que tengan tiempo de concentrar sus fuerzas, en número de 15.000 (sólo en Montevideo y Colonia hay 5.000 soldados).

LA ESTRATEGIA

En el ejército imperial revistan fuertes contingentes de mercenarios prusianos y austriacos. Las tropas cruzan velozmente la región central de la Banda Oriental, sufriendo grandes penurias por la ausencia de caminos y recursos aptos para la marcha de grandes unidades. La estrategia de sorprender a los brasileños yendo directo hacia ellos rinde sus frutos e impide la concentración de las fuerzas al mando del Marqués de Barbacena, quien se repliega apresuradamente hacia las sierras de Camacuá, con la intención de desgastar las tropas de las
Provincias Unidas, alejarlas aún más de sus bases y atraerlas a un encierro. Con buen criterio, Alvear decide no atacarlos en las sierras y se concentra en dispersar primero a la fuerte caballería de Bento Manuel: las fuerzas patriotas obtienen las victorias de Bacacay (Lavalle, 13 de febrero) y Ombú (Mansilla, 16 de febrero); los brasileños son echados al norte del río Ibicuy y no participarán en la batalla que se avecina.

LA BATALLA

El paso del tiempo está a favor de los brasileños. Alvear no puede atacarlos en las sierras ni esperar a que se reagrupen más fuerzas. Entonces, apuesta a todo o nada para romper el estancamiento. Para hacer descender a Barbacena de las sierras, simula una fuga desde la villa de San Gabriel hacia el Paso del Rosario, el único paso franqueable del río Santa María.

Los brasileños entran en el juego y lo persiguen con la intención de sorprenderlo en el momento del pasaje del río. La situación es muy comprometida. Pero imitando a otros grandes generales de la historia, Alvear quema las naves. En una osada decisión, abandona vestuarios, pertrechos y archivos, vuelve sobre sus pasos y se apresta para dar batalla en la planicie contigua de Ituzaingó. Previsoramente, ordena adelantar tropas y tomar las colinas cercanas; sólo la victoria puede salvar a los patriotas del encierro en que se encuentran con el Santa María a sus espaldas, completamente alejados de sus vías de suministros y con un enemigo que los supera en número.

El ejército patriota tiene apenas 1700 plazas de infantería, 16 piezas de artillería y una aguerrida tropa de caballería con 5300 hombres. Se le suman las milicias orientales de caballería. Enfrente, el ejército brasileño
cuenta con dos divisiones completas de infantería, bien pertrechadas. Sus flancos los cubren brigadas de caballería.

El 20 de febrero, los brasileños esperaban encontrar a los republicanos cruzando el río. Pero se sorprenden al ver que la avanzada de Alvear ha ocupado las colinas de la región y deciden atacar antes que arribe el
resto del ejército patrio.

MOMENTOS DECISIVOS

La batalla de Ituzaingó tiene dos momentos decisivos; primero, la defensa de las estratégicas colinas que dominan el campo de batalla; segundo, las cargas de caballería contra las disciplinadas tropas de infantería
imperiales. La estrategia brasileña es muy simple: avanzar con sus divisiones de infantería, arrollando todo a su paso; Imaginemos la escena.

Desde las colinas, Alvear observa el marcial despliegue de la infantería enemiga y su implacable avance. ¿Cómo detenerlos? Frente izquierdo patriota: allí se inicia de la batalla; los brasileños asumen resueltamente la ofensiva y la división de Barreto avanza sobre las colinas que defienden Olazábal y la artillería de Iriarte y Chilavert, llave de la posición, ocupada la noche anterior, a quienes Alvear ha ordenado hacerse matar antes que retroceder y dar así tiempo para que lleguen los regimientos de caballería que marchan en su ayuda. En su auxilio, Laguna del cuerpo de Lavalleja recibe órdenes de lanzar las primeras cargas de caballería contra Barreto. Frente central patriota: es defendido por Alvear, que envía a los regimientos de caballería de Brandsen y Paz, recién arribados, a
retomar el ataque contra la división de Barreto, siendo duramente rechazados.

Brandsen muere heroicamente en la carga y será ascendido a coronel póstumamente. Lo mismo intenta Zufriategui pero fracasa. En ese momento clave, Alvear sabe que para detener a la aplanadora imperial deberá coparla por los flancos; decide entonces apelar al indómito coronel Lavalle que se ha ubicado al extremo del frente izquierdo.

El héroe de Riobamba levanta el brazo, ordena el ataque y haciendo honor a su gloria se lanza al galope tendido contra la caballería de Bento Gonzalvez. Podemos verlo al héroe de Riobamba encabezando el ataque con su sable apuntando al enemigo; nada ni nadie podían detener una carga de Lavalle, quien derrota y dispersa al enemigo.

Frente derecho patriota: entretanto, Lavalleja ha cargado contra la caballería de Abreu, quien es arrollado y muere; luego continúa su carga contra la división Calado, pero es rechazado repetidas veces y a pesar de sus esfuerzos no logra llegar a menos de 20 pasos de la infantería imperial. Es otro momento decisivo de la batalla: sin dudar,
Alvear aprovecha el desbande de Abreu y lanza al ataque a las fuerzas de a caballo que le quedan; los lanceros de Olavaria por el flanco izquierdo de Calado y los carabineros de Gómez y los dragones de Medina por su flanco derecho.

Desmintiendo con sangre y bravura lo que enseña la táctica militar, a las dos de la tarde, las repetidas cargas de caballería finalmente han detenido y puesto en peligro a los sólidos cuadros de la infantería enemiga, los escasos batallones de infantería de Alvear están listos para avanzar, la artillería está intacta y en ambos flancos
la caballería ha triunfado; el marqués de Barbacena teme ser envuelto y juzga oportuno retirarse.

BRILLANTE VICTORIA

Ituzaingó es una brillante victoria de las armas de la Patria debida a la experiencia y el arrojo de los oficiales de caballería patriotas, pero no fue decisiva; la falta de medios impidió una adecuada persecución.

Ciertos historiadores tienden a afirmar que lo que se ganó en combate se perdió por la vía diplomática: esto no se ajusta a la verdad histórica. Correctamente apreciada, Ituzaingó constituyó una victoria contra todos los pronósticos. Teniendo en cuenta fuerzas y medios superiores de que disponían los brasileños, de no haber ejecutado

Alvear su osada táctica de blitzkriegy forzado la batalla en las condiciones que él impuso, seguramente se hubiera perdido la guerra.

La guerra con Brasil no se podía ganar. Pero no fue poco lo que se obtuvo: en lugar de la provincia Cisplatina imperial nació en 1828 la República Oriental del Uruguay. Los héroes de Ituzaingó habían recuperado la tierra charrúa para la gran familia rioplatense.

EL COFRE

En su retirada los brasileños abandonaron el cofre que contenía la partitura de una pieza musical que el emperador Pedro I de Brasil le había entregado al marqués de Barbacena para ejecutar en la primera victoria
que obtuviera en la guerra. Desde entonces, se transformó en la marcha de Ituzaingó, que constituye junto con la banda presidencial y el bastón de mando, los tres atributos oficiales de la presidencia argentina .

Publicado en La Prensa
http://www.laprensa.com.ar/387854-A-185-anos-de-la-batalla-de-Ituzaingo.note.aspx